Yo también «sobreviví» al Cañón del Chicamocha.

Fueron 4 días de mucho trabajo, tenía que medirme, quería saber de qué estaba hecho personal y profesionalmente ya que debía cubrir gran parte de la competencia más importante del Trail Running en Colombia y de lejos, por kilómetros, la más dura en SUDAMÉRICA.
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El 1er día fue quizá el más duro: Alisté mi maleta con bloqueador solar, una primera capa, chaqueta corta vientos, papel higiénico, un bon bon bum, medio de cigarrillos Premier, dos bebidas energizantes, tenis cómodos, pantalón para evitar rayones en las piernas con las plantas y un Buff que es un pedazo de tela delgado que me salvó del frío de la noche.

Grabé la salida de 100 Millas en San Gil a las 10:00 pm, luego arranqué con la organización: llegamos a Aratoca, la primer parada de avituallamiento para los competidores, en ese momento pensé: “bueno, no vine a sentarme” y luego me dirigí al único corredor escoba(1) al cuál le pregunté: «David ¿Qué vamos hacer? quiero explorar un poco, pa’ donde vaya lléveme» Este señor, de 50 años pero que parece de 25 me dijo: “hágale, vamos al Cerro Picacho, tomamos unas fotos arriba para que usted vea ese paisaje tan espectacular y luego miramos pa’ donde agarramos» Asenté mi cabeza como niño al que le preguntan si quiere un dulce y nos dirigimos al cerro, uno de los más altos del Cañón. Acá comienza la aventura…

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1 er Pc, «La Vueltas»

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Paola Fierro en el 1er Pc, «Las Vueltas»

Íbamos muy tranquilos hacia el cerro, verificando la señalización holográfica, grabando videos en vivo para la página de la carrera y subiendo fotos; personalmente quería que la gente que me viera se sintiera ahí, sin importar la hora o la situación, y durante el camino David me explicaba que había gente que quitaba la señalización lo cual para mi era un intento de asesinato, no entiendo todavía como la gente puede jugar con la vida del otro, pero mientras subíamos, él corregía aquellos “errores”.

Antes de salir, lo olvidé contar en este relato, pedí prestada una linterna, de esas que uno se pone en la cabeza y parece un minero, esa, con pilas desgastadas y con un halo de luz tan pobre como la del cielo nublado, sería mi gran aliada… La linterna y yo somos un par de cegatones, pensé.

Seguíamos subiendo, él con su super linterna y yo al lado, con esa chispita mariposa de linterna, estaba feliz porque vería semejante paisaje con amanecer agregado y además, con la felicidad de ver a los guerreros del Cañón que pasaban la cima, o eso imaginaba yo hasta que Julio Gonzalez, el que sería campeón, nos pasó por sorpresa…En ese momento la organización nos llamo: “apuren el paso que ya pasó el primero ”y efectivamente nos pasó como volador sin palo, sin frenos, en ese momento David no tuvo otra que seguir con él para guiarlo un poco porque vándalos habían quitado algunas señales así que me quedé solo, asustado, en un terreno inhóspito para mi.

La luz no me ayudaba porque tocaba casi que apuntar y esto no permite avanzar bien, pero el instinto de supervivencia era más, así que comencé a correr, a subir la montaña con maleta, cámara y miles de tropezones que dañaron mis tenis, aún no entiendo como no me caí. Cuando me sentía muy perdido solo trataba de calmarme porque sabía que si me perdía, me iba a quedar en ese lugar a dormir o a esperar que pasaran unas horas. Pero no, no iba a ser tan muñequita de quedarme, así que corrí, eché maldiciones por el cigarrillo que me había fumado media hora antes porque me estaba cobrando factura, alguna veces grité: espéreme David, cuando lo veía de lejos, pero el solo respondía, “siga las señales, la montaña no lo dejará solo” y seguí, con mi linterna de mierda, sudando por la ropa que llevaba, además de la maleta vieja que siempre cargo en mis viajes.

Preocupado y con el corazón a mil, veía de lejos dos luces subir, eran David y Julio, me llené de valor y seguí subiendo a trastabillas, el que me conoce sabe que tengo la vista de un topo así que ver de noche y con esa luz, fue un gran esfuerzo, pero lo logré, llegue a la primer cima después de 20 minutos angustiosos, ahí estaba uno de los rescatistas con su perra, un canino criollo que andaba con ese señor en una moto, recordé. Me sentí feliz al verlo, en ese momento me dieron ganas de hacer todas las necesidades fisiológicas del humano, (solo hice una), me calmé, hablé con aquel señor y me decía: “aún le faltan 10 minutos, relájese acá que no hay afán, no se asome, quédese donde está porque estamos a lado y lado de barrancos”. En ese momento me asusté aún más, CLARO, pensé: este cerro en la punta tiene un camino con forma de cuchilla con un metro de ancho, lo que quiere decir que si daba un paso mal, adiós. Yo no sabía si gritar de la rabia o devolverme, pero no, la última opción no era una opción.

Recobré energía mental, tomé aire y seguí, me faltaban dos subidas con cuerda, en una mientras me agarraba con la mano izquierda con la derecha me sostuve de una planta llena de espinas y bueno, ya se imaginarán el madrazo. Ya pasando la segunda cima, vi a David con otro rescatista que estaba en la punta del cerro, al lado de una cruz que señala que ese es el lugar más alto, quizá, para hablar con Dios, yo que se…
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Al verlos me dio mucha alegría, casi los abrazo pero no, para ellos no era una gran hazaña subir eso así que me relajé y le dije: “¿y ahora?”, “ahora vamos de nuevo para Aratoca, toca bajar al cerro porque se nos adelantaron” dijo David. Para mi esto fue un baldado de agua fría, me dio rabia porque subí semejante cerro prácticamente para nada.

Comenzamos a descender con calma, ya no había afán y en un descuido, caminando al lado de los barrancos me resbalé en uno, fue tal el susto que me agarré de una plata que tenía espinas, nuevamente, pero me sujeté de todas maneras con fuerza, David me dio la mano y me subió de una sola halada.

Seguimos el camino pero con la sorpresa que varios corredores iban subiendo el cerro, así que no podía faltar los videos, ellos estaban felices de vernos y yo más porque sentí que no había perdido el tiempo, los capturé en un excelente momento.

En total fueron 8 kilómetros de ida y vuelta, me demoré una hora, ¿bien para un novato no?

Llegamos a Aratoca, sanos y salvos, o por lo menos yo, el citadino que jamás había subido una montaña a ese ritmo. Desayunamos tinto, caldo de papa con mucho pollo desmenuzado, Gatorade y un banano… Sí, tengo estómago de chulo.

Ya con calma y cansados porque eran las 4:30 am, tomamos rumbo hacia Panachi, el Parque Nacional del Chicamocha. En el camino iba cabeceando del sueño pero no, los copilotos no duermen, así que agarré mi cámara y comencé a tomarle fotos al cielo, por fin veía el Cañón y con un amanecer rosado, estaba feliz.
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Tomaba fotos con mi celular, con la cámara, hice video, en fin, no podía ocultar mi emoción al ver ese paisaje, seguramente era un indicio que todo saldría bien, que la preocupación había pasado y que solo debía aguantar un poco más.

Llegamos a la entrada del parque la cual hizo de puesto de control, y para mi fue otro golpe, porque tenía que caminar muy poco para ver al Cañón ahora su en su máxima expresión, fue un grito de gloria en mi ser, – ¡por fin te veía con mis ojos coloso!, me dije, y sí, ahí estaba, el gigante reverdecido por las lluvias y yo, un minúsculo ser observándolo a lo lejos, en la cima. Al fondo su rio y sus surcos que parecen garras merecían más que una foto, merecían un minuto de silencio, porque si existe un Dios, seguramente estaba ahí, en el Cañón.
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Pero debía volver al puesto de avituallamiento porque no podía perderme la llegada de los corredores estrellas, entre ellos Paola Fierro, Jackeline Castro, Marinillo, Hector Ramirez, Hugo Gómez, Natalia Marín, Julian Castaño entre otros.

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Jorge Cano.

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Héctor Ramírez

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Nestor Marinillo.

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Alejandro Pinto

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Paola Fierro

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Sentí mucha alegría no solo de verlo a ellos sino a varios que ya me había encontrado en el Cerro Picacho y que no estaban de competencia porque como casi todas las personas que corren en la montaña, solo quieren vivir la experiencia, ellos muy airosamente respondían a mi saludo: “qué chimba verte”, me decían, yo solo me acercaba con mi celular y preguntaba cómo iban, cómo se sentían a pesar que en sus caras se notaba el cansancio de una noche entera corriendo, esos momentos los capté todos, me sentía todo un reportero, – “lo que soy”, a la final me dije. No puedo dejar pasar la actitud de servicio de los jueces de control, del paramédico y médico que siempre estaban atentos a ellos, ¿qué quieren?, ¿qué necesitan?, ¿se siente bien?, como si fueran sus amigos o mejor aún, familiares. Esos momentos, esas sonrisas y ese don de gentes del equipo logístico jamás lo olvidaré.
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Ya me sentía cansado, pero a la final todo lo malo había pasado, ahora todo era diferente, solo me quedaba disfrutar y vivir la carrera como todos los que se encontraban a mi alrededor a su manera y así fue.

Eran las 10: 00 am y solo pensaba en la cama que tenía el “Uvo”, así se llamaba mi cuarto en el hotel donde estaba, pero el organizador de la competencia, Don Jaime Boada me tenía una sorpresa, una entrada para tomar fotos en el parque, obvio, yo ni corto ni perezoso, evadí al cansancio con una bebida energizante que me quedaba, pedí mi manilla en la taquilla e ingresé a ver ahora sí al coloso en su máxima expresión. No me dio vergüenza con los turistas por mi cara de sueño, ni por el sudor que bajaba como agua de mi cara y que luego se marcaba en la camiseta, nada, ellos, yo, tú, él, TODOS, somos insignificantes ante aquel cerro poderoso que cruza una gran parte de Santander.

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Así que llegué al mirador, con el corazón a mil, el sol era inclemente pero eso no me importó, compré una cerveza fría, la destapé y disfruté ese momento… Tenía al Cañón, ahora sí, en su máxima expresión, adelante, atrás, a la derecha o izquierda y solo veía al Cañón, de verdad es INMENSO y muy hermoso, se escucha el eco de los pájaros y la vegetación, en ese momento respiraba nuevamente calma.
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Me tomé el último sorbo de cerveza y decidí no usar la atracción del teleférico porque el trayecto era demorado, “ya te vi Cañón”, me repetía, “ya te ví” así que ya era hora de volver a San Gil. Me despedí de todos en el puesto de control y salí a la carretera a tomar el bus, lo que no tenía previsto era que en ese lugar era prohibido detenerse a recoger pasajeros, así que tuve que esperar a sol y sin sombra, un bus… Hasta que por fin un alma buena paró, me tocó en las escalera pero ya por fin iba a «descansar». Luego de 1 hora de viaje y con casi 30 micro sueños de esos que dan vergüenza porque parece que estás en KO pero no, resistes y resistes sin orgullo, así.

Cuando llegué al «Uvo», Dormí como un Lirón, fueron 5 horas de recuperación pero al levantarme el dolor de músculos era evidente, estaba agotado pero debía seguir, así que a las 10:00 pm de ese sábado volví al punto de encuentro para seguir haciendo el cubrimiento de las distancias que llegaban y también del Campeón de las 100 Millas, ¡Cómo perdérmelo! Y ese señor, de las Peñas Cundinamarca pero criado en Florida Blanca, Julio González, SIEMPRE fue primero en la carrera.

Este momento fue muy emotivo ya que me subí a una moto a esperarlo unas cuadras más allá de la meta para hacer la transmisión en vivo, es inevitable no emocionarse al ver a tremendo ultra maratonista llegando a la meta, íbamos al lado, con la primicia, la Policia pensó que era un fan y sin querer, el muy señor Policía, iba dañando la transmisión pero fue cuestión de adelantarme a todos, bajarme, correr, darle la vuelta a la meta y tomarlo en primera plana cruzando la cinta que luego lo coronaría como el hombre récord: 25 horas, 39 minutos y 15 segundos.

Y lo capté en vivo, ¿podría estar más feliz? lo logré, o bueno lo logramos con el equipo y qué alegría, todo el pueblo quería abrazar al nuevo campeón de la máxima distancia. Dio una muy sabias palabras, siguió abrazando a su familia y se fue, o eso creo porque no lo volví a ver.
(acá el vídeo https://www.facebook.com/ChicamochaCanyonRace/videos/1526868627344603/)

Después de la euforia, a la 1:00 am del domingo me fui a dormir un rato porque a las 4:30 am debía estar nuevamente al frente de la Alcaldía para irme en los buses de la organización hacia Jordán, el pueblo más pequeño de Colombia.

Al subirme al bus era evidente que no era deportista, todos los corredores de Media Maratón y Maratón me miraban con cara de “¿y este man qué?” yo no miré a nadie, solo me senté a dormir mientras llegábamos.

Creo que ronqué por el cansancio, el caso fue que me desperté cuando escuché algo de bullicio y era porque después de un largo tramo el bus se adentraba en el Cañón, nuevamente estoy frente a ti pensé, pero ya en otra situación más calmada, aunque estaba trabajando, me sentí un turista más.
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Lo primero que se ve al llegar a Jordán es su iglesia, un hotel que es una posada, casas construidas con bahareque, un puente antiguo y un abandono total del Gobierno, cosa que no es extraña en lugares remotos del país.
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Mi mirada, aunque estaba más pendiente del paisaje que de los corredores, estaba fija sobre todo en las reacciones de los competidores extranjeros y de otras regiones de Colombia que jamás se imaginaron ver aquel lugar. Grabé la salida de la salidas que partían de este bello y pequeño pueblo (Media Maratón y Maratón) y cuando partieron me devolví a aquel puente viejo a mirar con más calma las montañas que me rodeaban.
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Pero era momento de partir, si no me devolvía luego de la salida quizá ese día no me hubiera devuelto a San Gil así que la organización me dio un puesto en una camioneta que iba de salida y me senté en el puesto de copiloto porque sabía que venían más paisajes, y así fue. En gran parte del trayecto le pedí al señor que conducía que se detuviera, tenía que grabar como se veía el Cañón desde ese trayecto hacia carretera.
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Hora y media después, ya estaba en San Gil, nuevamente tomando fotos y más videos de llegadas, de los 10 K, Maratón, 116K y las 100 Millas. Ese día fue hasta temprano, por fin domiría bien esa noche.

Al otro día, el lunes, a las 9:00 am fue la premiación y mi sentimiento por haber cumplido con mi misión se mezcló con las caras de felicidad de todos los corredores que recibían sus medallas porque tanto los atletas, como la organización y todo el staff, SOBREVIVIMOS AL CAÑÓN.

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Paola Fierro, campeona 100 millas.

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Nicolas Sondaz, campeón 116 K. Su hijo corrió los 10 K.

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Jackeline Castro, segundo lugar en 100 millas.

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Agradecimiento especiales a MediaTic, a la familia Boada, a San Gil y a la vida por dejarme VER y VIVIR una experiencia totalmente enriquecedora…

Postada: No deje de visitar el Cañón, PLAN MÁS QUE RECOMENDADO.

https://www.facebook.com/ChicamochaCanyonRace/

#ChicamochaCanyonRace

Así no se cita pero esos paréntesis se veían muy feo…

1. (corredor de la organización que va de último y «recoge» a los últimos, además, verifica señalización en camino)

4 comentarios

  1. Gabriela · junio 9, 2017

    Hola me encanto tu relato gracias por las fotos están lindas me llamo Gabriela de Ecuador y soy la persona de la ultima fot . Quisiera pedirte un favor me podrías enviar la foto a mi correo porfa gabite_23@hotmail.com

    Gracias y excelente post

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  2. JORGE CANO · junio 9, 2017

    AMIGO.. QUE RELATO….. MUCHAS GRACIAS POR PERMITIRNOS VERNOS REFLEJADOS EN TU HISTORIA…. UN ABRAZO Y VAMOS PA LANTE….

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